No distingo entre las montañas
el horizonte de tus pasos;
no te observo y solo pienso
en girar mis recuerdos
mientras desvanezco entre mis dedos
el sabor de tus caricias.
Sé que el tiempo recoge tus ojos
cuando miras el reflejo
y mi imagen perenne
en ti no muere,
solo agrieta la dulzura
de tu oscura y lejana silueta.
El polvo limpio de la luna
cayó en mi pecho,
lo destrozó por completo;
ahora navego en letras
de tiempos pasados
y todas sus formas
me llevan a ti.
Impecable el frío
de tu ausencia me llena,
pero miro a través de la niebla
y me pregunto infinitamente
si eres todo lo inalcanzable
que vaga en el umbral
de mi esencia y me mata.
Si verdaderamente eres mía,
si lógicamente eres tan lejana;
si eres tú en los albores
de mi oscuro destino;
o sencillamente eres
la inquietante luz que me castiga.
Apareciste en el momento oportuno
donde el abismo se une con las palabras,
donde el cielo se quema en el infierno,
donde mi mano llega y no te alcanza.
Miro tus ojos a través de los instantes,
tu saber se hunde en mi nostalgia
y entre los pálpitos de un cuento interminable
cada palabra me envuelve y te arrebata.