Yo era una enfermera joven y ambiciosa, siempre dispuesta a ayudar a los pacientes y hacer mi trabajo lo mejor posible. Sin embargo, esa noche en el hospital mi vida cambió para siempre.
Estaba cumpliendo mi turno de trabajo y me asignaron a una paciente. Era una mujer joven y hermosa, pero había algo extraño en ella. Tenía los ojos cerrados y parecía estar dormida profundamente.
Los médicos la diagnosticaron con catalepsia, un trastorno neurológico caracterizado por la rigidez muscular, inmovilidad y pérdida temporal de la conciencia en la cual una persona parece estar muerta porque no puede moverse y tampoco reaccionar a estímulos externos, pero en realidad está viva.
Fue entonces cuando empezaron a ocurrir cosas extrañas. La mujer parecía tener un aura misteriosa y onírica. Los pacientes que estaban cerca de ella comenzaron a retorcer sus extremidades de forma imposible, mientras emitían espeluznantes gritos, aullidos y voces de niños.
Una noche mientras yo estaba sola en la habitación atendiendo a la mujer sucedió algo aún más aterrador. De repente, su cuerpo comenzó a moverse y sus ojos se abrieron, pero estaban vacíos, mirando hacia la nada sin un ápice de vida.
Yo intenté escapar pero mis piernas no respondían. Era como si algo, una fuerza maligna me hubiera atrapado allí.
La mujer se incorporó y lentamente se acercó a mí y pude sentir su aliento frío en mi cara, sus manos gélidas tocaron mi rostro y su voz siseante me susurró al oído: \”Eres la siguiente\”.
Intenté gritar, pero mi voz no salió. Estaba paralizada.
Lo último que recuerdo es haber caído al suelo y ver a la mujer riéndose mientras se alejaba.
Desde entonces, nunca más volví a despertar. La mujer tenía la habilidad de transferir su catalepsia a otras personas y yo había sido su última víctima.
