Gracias,
Por enseñarme a aborrecer todo lo malo,
por dibujar en mi ser la nobleza,
por alejarme de la maldad humana.
Por vuestros abrazos entrañables,
por vuestros profundos consejos
sin pedir nada a cambio.
Por ser mi perpetuo refugio,
por acercarme a la luz inagotable
que invisible a veces me ciega.
Por enseñarme a enterrar la mentira,
por las infinitas palabras de aliento
en los momentos más oscuros.
Por inculcarme la razón y la reflexión,
por enseñarme a tejer sueños,
por darle sentido a mi efímera vida.
Por convertir en alegre sonrisa
mis lloros ahogados,
mis lamentos más amargos.
Por guiar mi complejo sendero
con vuestros elocuentes silencios
que calman las penumbras de mi alma.
Por enseñarme a luchar aún sin fuerzas,
por plantar un vendaval de coloridas flores
en mi inhóspito jardín sombrío.
Gracias,
Por haberme dado la existencia
que para mí es la más bella poesía.
