Lóbrega y extraña apariencia,
en la inquietante niebla
tu presencia es mi cobijo.
Agitas el falso cielo
en el idílico sepulcro
de la razón antigua.
El tinte de la muerte
esparces en el yermo
de sus malévolos latidos.
Arropas la vida
con tu pálido manto;
mis oscuros versos
son tu ocaso perpetuo.
Lunas decrecientes,
escriben ritos profanos;
tu rostro es quietud,
bajo mi penumbra poética.