Sabía que nada ocurrió, aquel sueño fue una simple señal cargada de miles de afortunadas pasiones. Era incrédulo cuando miraba los colores del arcoiris troquelado de sus ojos, su incansable deseo de cumplir todo lo soñado, lo escondido bajo el sublime manto donde sólo las almas especiales vibraban sin apagarse.
Las letras me llamaban y yo sin ir en su auxilio; pero sabía lo importante que era sentir nuevamente la seda en mis párpados, el inminente estallido por volver a ser lo que nunca fui, yo.
Comprendí las anécdotas, los recuerdos endulzados con caricias empapadas de arena que solo yo pude construir de la manera más sutil, más noble y sin tantas ataduras al destino construido inconscientemente por mi ser.
Los espíritus vuelven a contactarme, me hablan muy de prisa, mostrándome nuevamente el sendero; es verdad, me desvié de él sin darme cuenta de las consecuencias.
Me sentía distante, perdido en largas noches distópicas e interminables; calculadas sin sentido bajo la razón más cruda e inimaginable; pero siento poco a poco que mis fábulas y sueños vuelven a acoplarse formando conjunciones, tejen alas infinitas hacia mi propio interior donde transitaré buscando interminablemente tu bondadosa silueta para sanarla y envolverla en el regocijo del caminante.