Estoy inquieto por el viento,
los peces nadan escuchando el sol;
invierto mi olvido
lo hago roncar sin alaridos.
Me voy sin partir y recuerdo
el calor de las dagas
cruzando los párpados,
enmudeciendo alcantarillas,
rompiendo jeringuillas.
Todo tiene cansancio,
los duendes roban mi alma
para enjaularla en tu corazón;
ese laberinto donde conoces la salida.
Viajo y viajo
acompañado de cristos fríos
dispuestos a seguir crucificándose
para robar tus recuerdos y los míos.
Me dirijo a La Torah Permanente,
estoy seguro de allí brindar con dios,
mientras una guillotina de papel cae sobre
mi negro corazón.