Tan lento y dulce terciopelo,
blanca como la nieve es tu hueste morada,
despliega musicalidad tu llama carnal,
cava bellas sombras con sagradas armonías.
Óvalos cristalinos incitan mi locura
salvaje como el amante, fuerte y cálido,
envuelvo nubes invisibles sobre sus cabellos
con bálsamo poético en la noche amarilla.
El pulso del oleaje agoniza silencioso,
la naturaleza respira un hechizo rosado;
amable consuelo para sus miradas doradas,
negros augurios abducen al infante.
Pálido como esa luz brillante,
escuchó la voz tras la noche púrpura;
siniestro el semblante del saber eterno,
oculta el intuitivo ritmo de las ánimas.