Rey hereje de los cometas,
se cumple el frío presagio;
tu tiempo abrasador
abatió al débil nazareno.
Apaga todas las estrellas,
reza y sepulta sus laudes;
tu esencia entierra los cielos,
engendra espíritus iconoclastas.
Arcanas y densas profecías
anuncian el imperio del cisma,
estremecen las entrañas
de esta tierra muerta.
Tu tez incinera los púlpitos
de inocuos dioses farsantes;
susurras mis malévolos versos
con tu oscura voz de eón.
Divino cataclismo,
desvaneces la luz,
marchitas el rojo de la aurora
en el pozo de la nada.