Convencido de no existir,
abro mis ojos polvorientos
en medio de la invisible negrura.
¡¡Estoy vivo!!.
Sacádme de aquí.
Ataúd.
Mi pulso en el ocaso se ralentizó,
la piel se volvió incolora;
lentamente gotea mi último aliento
asfixiando mi respiración aún consciente.
Te invade el terror más indescriptible,
inmóvil sin poder articular palabras
percibe el alma este lúgubre entorno.
¡¡Estoy viva!!.
Sigo aquí.
Extraño mimetismo corporal,
funciones vitales mínimas,
aparente muerte oscura
del ser inconcluso no humano.
Delirio nihilista.
¡¡No he muerto!!.