La noche aún es clara, aún es tuya,
mi vida antes de ti solo era un espíritu
vibrando cautivo entre las almas.
Las estrellas miran hacia abajo
desprendiendo niebla y esperanza,
abren paso a los entes de la colina
guardianes del silencio más sombrío.
No temas eres tú, sedienta de deseo
inconclusa como los orbes rojos sin su haz;
un misterio de misterios,
una de mil visiones latentes en mi sueño.
A un paso del fugaz paraíso
temes fruncir tu ceño;
sé que mis días son trances
que flotan ciegos y horrorizados
en la fuente virginal de tu santuario.
Acércame nuevamente a tus danzas etéreas
donde florecen árboles nocturnos
terrenales bajo tu pecho;
donde el esplendor enloquece
en la inmensidad de tu tierna figura.