No comprendo cómo el paraíso existe siempre en su fascinante mirada que atraviesa penetrante en mi estado de conciencia.
Sus palabras anidan en la luna buscando el equilibro de mis sombras invocando la razón más frágil y etérea.
Mi frío singular se convierte por momentos en un manantial transparente de emociones que distraen esos pensamientos tan confusos, vanos e inertes.
Tu seductora esperanza da sentido a la tensión creciente que me aleja de aquellas atmósferas absurdas y temblorosas creadas por mi mente.
Admiro tu suave latido, tu misterioso anochecer empapado del fin más absoluto; quizás debería inspirarme en tu inteligente quietud vitalista.